Traté de hablarle a un muro, un muro, a mi parecer
hermoso, lleno de trepadoras colmadas de botones de diversos colores a punto de
brotar, dichas plantas atesoraban capullos que descubrían cientos de mariposas
tornasol, estos y otros elementos realzaban su particular atractivo, simplemente
era un muro que no podría pasarme desapercibido.
No
me pregunten el porqué, pues me es inefable... creo que pensé que yo sería el
único que podría hacerlo, más porque ese muro tenía unos orificios, como los
suaves labios de una mujer, por donde antes pasaba una suave y reconfortante brisa,
ese dulce hálito hacia sonidos al pasar, como si el muro me hablara, juro que
un tiempo atrás, cuando pasaba frente a él, lo podía escuchar y me
reconfortaba.
Mas
de un tiempo para acá dejé de oírlo, dejó de responderme a preguntas que aún no
había formulado, inmediatamente, yo le comencé a hablar a la espera de que me
revelase sus secretos, pues aún me sentía especial... pero nada... solo largos
e interminables silencios...
Hasta
que lo recordé, me llegó tan simple y directo, fue una revelación divina, un
balde de agua fría, en otras palabras, tuve una epifanía. Me dije:
"¿Cómo me voy a sorprender que no me hable si es un muro? Él está ahí,
perpetuo e inamovible, no le soy necesario para existir, por ende, no me va a
hablar, así que mejor me...". Otra brisa... en ese preciso momento otra
brisa pasó por sus orificios, algo me dijo, que me sacó de mi momento de
claridad, no sé qué fue. Quise preguntar, pero mejor me quedé en silencio
también, por miedo a no volverle a oír, me poso en el suelo y atento aguardo…
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